Good bye, Indica con Género

Dicen que todo tiene un inicio y un final. A mí, sin embargo, nunca me resultó fácil discernirlos.

Las ideas, las relaciones, los cambios, se van gestando poco a poco y responden al juego de fuerzas e influencias de varios factores simultáneos. A veces, simplemente, nos cuesta identificarlos a todos.

Indica con Género empezó a terminar hace tiempo.

Pero Indica con Género ha sido el principio de mi actual web y de #veomujeres. Y quizá también de otros proyectos.

Ha sido guay.

Me he encontrado con muchas compañeras potentes. Me he comprometido un poco más conmigo, con el feminismo, con la escritura y con la construcción de las ideas.

Y lo seguiré haciendo pero, a partir de ahora, en el espacio blog de mi nueva web, http://anafernandezdevega.es/blog/

Esta es mi última entrada en este blog.

Gracias a quienes me habéis dado soporte, guerra, cariño y caña.

Un nuevo tiempo ha empezado.

by IconG

Stop Conciliación

Hablar de conciliación es un auténtico coñazo.

Vamos a dejar de hacerlo, ¿os parece?

La conciliación es la idea que se ha inventado el capitalismo para ir tirando con su conflicto irresoluble entre la necesidad de mano de obra femenina y la invisibilización de los trabajos reproductivos (que mayoritariamente asumimos las mujeres).

El capitalismo nunca va a dar respuesta a este conflicto. Es más, no es posible resolver este conflicto en un funcionamiento social y económico capitalista.

La conciliación es la respuesta que ha dado el mercado para seguir contando con mano de obra femenina (más barata) al mismo tiempo que asume que las actividades no monetarizadas (los cuidados y los trabajos comunitarios, principalmente), imprescindibles para el funcionamiento social, se van a seguir desarrollando… por ellas. Y las instituciones públicas, tan cortas de miras, las pobres, siempre detrás del ritmo monetario.

Las mujeres estamos jodidas.

La conciliación une en un sólo mensaje el desdén a lo reproductivo con el chantaje hacia las mujeres.Y, mientras tanto, todo sigue tan bien ahí fuera.

La conciliación, a la que todas hemos apelado tantas veces, es realmente nuestra trampa y nuestra prisa.

Así que, basta. Dejemos de hablar de conciliación.

La corresponsabilidad envuelve a todos los agentes sociales (familias, instituciones, empresas y organizaciones, grupos de iguales, redes, comunidad) y, apelando a la responsabilidad y al compromiso compartido, sí puede actuar como un revulsivo del sistema.

Quizá a la corresponsabilidad social es todavía una idea en bruto y una práctica marginal pero su proceso puede tener un éxito enorme.

No te quedes en conciliar, ¡corresponsabilízate!

 

 

 

Hijxs, tribu y colectividad

Yo ya he escrito en otras ocasiones sobre la necesidad de desfamiliarizar los cuidados. Muchas feministas llevan hablando de esto mucho tiempo y muchas personas estamos intentando poner en marcha en nuestro entorno redes de apoyo y crianza colectiva que hagan más fácil la cotidianidad, por compartida y por hermosa. Vamos poco a poco, haciendo lo que podemos y sabemos.

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Parques Reunidos. Majadahonda.

Por tanto, lo que la diputada de la CUP, Anna Gabriel, comenta no me parece ni escandaloso ni revolucionario. Sí me parece necesario. Cira Crespo habla de ello en su artículo de El País. Estoy muy de acuerdo con lo que dice. Pero para mí, una vez resuelto el debate de la trampa de la familia nuclear, lo interesante es otra cosa.

¿por qué estamos suponiendo que un determinado modelo familiar es en sí mismo opresor, individualista o posesivo?

¿de qué hablamos exactamente cuando hablamos de colectivizar la crianza?

y, finalmente, ¿cómo es posible establecer vínculos primarios (los que nos dan seguridad, referencia y entrega segura) en modelos colectivos?

.. no sé.

Yo soy muy pro cuidados colectivos, ya lo sabéis. Me preocupo cotidianamente por tejer redes y sostenerlas pero soy tremendamente escéptica con la idea de «tener» hijos en comunidad. Y creo que debemos ser cuidadosas en distinguir entre la idea de «tener hijxs en colectivo» y la idea de compartir cuidados.

Porque sí creo que las personas -particularmente las bebés y niñxs- necesitamos los vínculos primarios que se establecen en una relación singular para crecer con salud, seguridad y equilibrio emocional.

Porque sí creo que la relación materno-filial bidireccional es una oportunidad sin igual para transformarse y generar formas solidarias, conscientes y críticas de estar en el mundo.

Porque sí creo que la vida es muy compleja y las relaciones de autoridad y poder son pequeñas bombitas que hay que manejar con cuidado y tener hijxs en colectivo -tal y como son nuestras subjetividades, aquí, ahora- puede convertirse en un campo de minas.

En definitiva, saquemos los cuidados del hogar y de la familia, ¡hagámoslo de verdad! pero no utilicemos fórmulas apresuradas para nombrar maneras alternativas de crianza. Hagamos pedagogía discursiva y práctica, vivencial, no hagamos grandes proclamas sin tener la carne en el asador, o en vez de conseguir avanzar alimentaremos confusión y resistencias.

La Tribu en Arganzuela. Tumblr.

Buenas y malas y sus alteraciones

Tengo yo una amiga digital con la que me he enredado un poco.

En mi anterior post sobre Brechas feministas en torno a la maternidad la situaba en un lugar en el que ella no se reconocía. Y ahora, en su artículo respuesta, hemos repetido pero al revés.

buenas y malas

Yo sigo empeñada en hablar de escisiones porque me parece la única manera de poderlas definir y, después, intentarlas encontrar para diseñar fórmulas políticas consensuadas pero ¿hablar de buenas y malas? No, jamás, de eso nunca hablo (eso sólo lo pienso).

Fuera de bromas, esto es lo que le he escrito en un comentario:

«María, no sé… me decías en mi blog que no te sentías «bien colocada» donde te situé y yo me disculpé. Y yo sé que me disculpo de verdad y que escribo no con sorna sino con corazón abierto. Eso llevo, qué le voy a hacer.
Ahora permíteme que te invite a releer el artículo porque, de verdad, no existe en ningún lado una intención de colocar a buenas y malas. Creo que los prejuicios que digo en el post que nos abrasan nos queman hasta a nosotras mismas. He tratado de ser cuidadosa con los términos y de recoger el sentido que yo he creído ir recogiendo de las posturas que algunas feministas a las que leo desde aquello de las «Leonas» mostráis cuando escribís. Feministas a las que me alegro de haber encontrado y con las que solamente quiero compartir y aprender. Feministas que me recordaron (sin yo pedirlo y sin ni si quiera haber caído en la cuenta) que hablar de maternidad no se podía hacer sin hablar de las niñas y de las tetas.

No hablo de buenas ni de malas. No lo hago. No hablo de volver a la naturaleza en un sentido peyorativo. No hablo de los derechos de los bebés frente a los derechos de las mujeres. No hablo de un feminismo mejor que otro. No hablo de luchar separadas.

De verdad, María, creo que el calentón de no encontrarte te impidió leer con intención de entender.

Cuando me dijiste que no te encontrabas pensé en eliminar tu enlace pero luego pensé que eso sería pueril y que ahí quedan los comentarios públicos para quien quiera leer e indagar. De otro lado, el hecho de haberte enlazado es, para mí, más un gesto de respeto y cariño que de acusación. Puedo escoger otros enlaces, pero no quise. Quizá también sea pueril pero es así como es. Chica, al final lo ideal sale caro.

No sé, María, me apena.  

Por ciero, ya puestas a hablar de mí voy a hacerlo yo también: sí tengo a mi lado un hombre cisgénero de diez y me siento afotunada; sí aposté por que superara su estructura mental patriarcal y sí me lo puso fácil; sí di pecho a mis hijxs hasta que se hartaron y lo gocé como tantas otras; sí coleché; sí aposté por un parto consciente; sí estuve en excedencia un año para criarlos; sí les grito por las escaleras para que se pongan el abrigo; sí juego al escondite con ellos en el parque y sí les limpio el culo y los mocos; sí apuesto por dignificar los cuidados, sí quiero encontrar formas en las que nos encontremos; sí creo que debemos hablarnos con cariño y sin maldad; y sí estoy hasta el coño de la reactividad.

Buenas noches María, y un beso».

 

Oye, que puede ser que yo no entienda bien las cosas. Que puede que me lo tome todo muy a pecho, que puede que no pille bien el humor. Puede, seguro, vamos. Pero que lo que no se dice se borra, ya se sabe. Y que no os perdáis el blog de Mother Killer si queréis seguir dándole vueltas a esto de los feminismos y las maternidades. Que parezco enfadada pero que no, que mi camino es pretendidamente zen.

 

Brechas

Hace unos días, a través de una compañera de feminismos, Nieves Salobral, hablé con Nerea Sancho, de Katakrak (Pamplona), para preparar un taller sobre maternidad y feminismo en el marco del curso «Maternidades, Economía y Comunidad«.

Por esas malas coincidencias de la vida, finalmente no voy a poder ir a impartirlo pero las posibilidades del debate se volvieron a abrir en mí. ¿Quieres saber cómo?

Sigue leyendo.

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Nichu. Foto de Alejandro Almeida.

A mi modo de ver, el entendimiento de la maternidad desde los feminismos está hoy protagonizada por una brecha bastante profunda pero, creo, también angosta. Las formas de plantear esta brecha son muy diversas y, con más o menos acierto, plantean un enfrentamiento real. Hablar de estas dos amplias posturas feministas no es fácil: estereotipos y generalizaciones nos abrasan.

Aquí recojo una primera aproximación a cómo yo lo veo.

 

 A un lado de la brecha

Existen muchas feministas que apelan a la naturalidad (en tanto biología) de la función reproductora femenina para sostener que la díada madre-criatura tiene una esencia única y no reemplazable que determina el desarrollo evolutivo de los bebés, su bienestar presente y futuro y también el de la madre. El mantenimiento de este vínculo es clave para un óptimo desarrollo de las personas (en términos de salud física, psicológica y emocional) y, por extensión, para un mejor funcionamiento social.

De este modo, las prioridades políticas e institucionales en torno a la maternidad y la crianza deberían centrarse principalmente en su defensa y protección. El eje ideal de esta protección estaría marcado por el respeto a los tiempos naturales de crianza pautados por la lactancia materna y la priorización de los derechos de las madres en el cuidado filial.

A este lado de la brecha, los derechos de las niñas y los niños tienen el mismo peso argumentativo y político que los derechos de las madres. Es decir, desde estos feminismos los debates en torno a la maternidad no pueden aprehenderse sin tener en cuenta la otra parte de esa fusión dual que, en definitiva, genera la maternidad: las hijas, las niñas, quienes nacen.

Al otro lado de la brecha

Desde este otro lado, la imbatibilidad del vínculo madre-hija se desvanece en una idea más extensa del apego. Quienes miran la maternidad desde aquí entienden y, a veces, practican, una crianza no centrada en el apego materno-filial sino en el establecimiento de vínculos primarios que trascienden a la madre (lo que no necesariamente excluye la lactancia a demanda, el colecho o el cuidado exclusivo una vez finalizado el permiso de maternidad) y dan cabidas a formas familiares no enraizadas en la biología.

Fotos de @repajarito

La clave de esta postura es la de comprender que la biología no tiene por qué ser el eje vertebrador del arquetipo de la Madre ya que éste puede ser performateado por cualquier figura que encarne un vínculo primordial en el desarrollo del bebé. Por consiguiente, el conjunto social -y no sólo la madre- puede asumir la responsabilidad de los cuidados infantiles sin que ello suponga un agravio trascendental para las niñas lo que, de hecho, deriva en las llamadas políticas de conciliación o, en un estadio más avanzado, corresponsabilidad social.

En esta postura, los derechos de los niños subyacen pero desaparecen por ser subsumidos por un entendimiento mercantil de los tiempos de vida de las personas, particularmente de las mujeres quienes, habiendo ampliado sus cuotas de movimiento y decisión, se sitúan como principal sujeto del reconocimiento de derechos: derecho a la baja, a las ayudas, a la reducción de jornada, al horario ampliado de los colegios, a los campamentos urbanos, al tiempo propio y al desarrollo profesional (derechos estos últimos que son germen de las actuales propuestas a los permisos de maternidad/paternidad iguales e intransferibles)…

 

Cerrando, por ahora

En torno a las dos posturas someramente representadas, y pasando aquí por alto sus inmumerables matices, posibilidades, desafíos y perjuicios, se abren decenas de interrogantes feministas que nos obligan a seguir pensando y a dar respuestas y reflexiones compartidas, una vez que ya nos hemos vilipendiado lo suficiente las unas a las otras.

Desde mi perspectiva existen tres líneas de reflexión y debate que a mí me parecen principales y que, con urgencia, debemos trillar acompasadamente:

  1. ¿Cuáles son los puntos de unión e intereses comunes entre los diversos posicionamientos feministas en torno a la maternidad?
  2. ¿Cómo recolocar el rol reproductivo en un contexto social y político capitalista y profundamente individualista de tal modo que pueda ser germen de estilos de vida alternativos?
  3. ¿Qué estrategias posibles tenemos para defender y proteger las maternidades y su diversidad (adopción, homosexualidad, familias no nucleares, diversidad funcional) desde las instituciones y las comunidades sociales?

 

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Nichu y Fede. Foto de Alejandro Almeida.

De todas las vueltas que le he dado al ejercicio de nombrar la distancia entre estas dos principales líneas de feministas en torno a la maternidad, esta forma me ha parecido la más fiel a lo que yo creo que concentra la esencia de cada postura. No obstante, la prudencia me obliga a subrayar que entre quienes se encuentran tanto en uno como en otro de los lados existen, doy fe, numerosos matices de postura e incluso algunas divergencias.

Hoy aquí no cabe todo.

Seguiremos con esto en #MaternidadesAlHabla. No te lo pierdas 🙂

No sin mi hija

Aunque lo de Bescansa es casi ya pasado lejano, no dejan de publicarse artículos y comentarios al respecto. La diferenciación de opiniones es muy polarizada (particularmente entre los feminismos) y a mí estos debates internos siempre me dan ganas de más.

Voy a intentar resumir las tres posturas que he conseguido identificar entre todo lo que he absorbido.

Primera postura: el rechazo decoroso

Hay una primera postura, que emerge con fuerza desde -diría yo- el más amplio sector social, que es la de rechazar la presencia de Carolina Bescansa con su bebé en el Congreso por considerarlo algo así como «exhibicionismo populista». Según mis propias conversaciones y lecturas, desde aquí se consideraría no sólo puro postureo lo que ha hecho la diputada sino también un acto totalmente innecesario.

Innecesario porque el Congreso tiene una guardería y el bebé se podría haber quedado ahí; innecesario porque el Congreso no es un lugar para un bebé; innecesario porque se abre el debate sobre una cuestión que no es tan importante como otras de la real politik actual (sí, por ejemplo que el señor Gómez de la Serna -imputado- recogiera su acta de diputado y no hubiera atención mediática para él); innecesario porque ya hubo otras diputadas que en otros momentos hicieron algo semejante, como Nines Maestro en 1991 en España o la diputada italiana Licia Ronzulli; innecesario porque se puede hablar sobre el problema de la conciliación sin tener que dar un espectáculo para ello …

Esta primera línea de rechazo yo no la comparto en absoluto. En primer lugar porque me resuena a una manera de entender y  hacer política con la que no me identifico. Una manera que prima el decoro de las formas y la continuidad de los símbolos normales que me parecen anticuadas, desconectadas con la complejidad actual y alejadas de las demandas ciudadanas que hoy en día apuestan por la transformación de la política.

Y en segundo lugar porque no creo que ‘innecesario’ sea el calificativo más adecuado para definir un gesto simbólico que, ciertamente, nos remite a una problemática de lo más cotidiana.

Colateral a estos dos motivos por los  cuales no comparto esta línea de rechazo , encuentro también un regusto muy amargo en las argumentaciones que vuelven al “yo no puedo hacerlo porque no soy privilegiada como ella” o al “yo me busqué la vida como todas las madres” para negar la validez de la decisión de Bescansa. Ante este último tipo de comentarios yo no puedo sino preguntarme:

“Pero oiga, mire, ¿por qué no está usted de acuerdo, por despecho o por envidia?”.

 

Segunda postura: el rechazo feminista

Junto a la anterior, ha tenido mucha resonancia una segunda línea de rechazo que proviene de los feminismos y que ha sido protagonizada por mujeres con mucha solera y relevancia teórica y política en nuestro país. Feministas que todas hemos leído y que a todas nos han enseñado algo.

La línea central de esta postura de rechazo feminista sería la de hacer una lectura del gesto de Bescansa como una vuelta al pasado, un gesto que refuerza la idea de que los cuidados de menores son una responsabilidad que debe recaer principalmente en las mujeres, premisa de la que precisamente debemos huir (y que el feminismo consecuentemente debe defender).

Imagen extraída de la página de FB de Amigas de Amelia Valcarcel

Es decir, Bescansa lo habría hecho mal por actuar públicamente el rol femenino de cuidadora principal.

La denuncia y superación del ejercicio exclusivo por parte de las mujeres del rol de cuidadadoras principales es uno de los estandartes más conocidos del movimiento feminista y, concretamente, seña de identidad de una de las tendencias políticas feministas.

 

¿Qué pienso yo?

Hay una tercera postura frente al acto de Bescansa que es en la que yo me sitúo. Es una postura de aceptación, incluso con sus innumerables matices.

En esta postura coincidimos feministas que en otras cuestiones (casi) nos damos de tortas. Por eso Beatriz Gimeno ha apostado por enmarcar el conflicto en torno al gesto de Bescansa como una ruptura generacional.

Por mi parte, defiendo el gesto de Bescansa porque me parece, sobre todo, disruptivo. Habrá quien justo en este momento me diga que esto no tiene nada de rupturista porque antaño las mujeres (obreras de verdad) tenían que acudir con sus criaturas al lugar de trabajo y que incluso actualmente en las periferias territoriales del capitalismo, las mujeres -también- acuden con sus hijas al trabajo, generalmente en condiciones empobrecidas y sin una red institucional que las ampare.

Pero sigo pensando que es disrupto: aquí, ahora.

Licia Ronzulli

Creo que el gesto de Bescansa saca a la arena pública uno de los mayores conflictos (sino el mayor) con los que tenemos que lidiar hoy las personas: el conflicto capital-vida.

No se trata del problema de la conciliación (entendida como el conjunto de facilidades para la compatibilización entre el empleo y la familia, generalmente centradas en las mujeres). Ni si quiera se trata de la cuestión de la corresponsabilidad social (esa forma amplia de entender la conciliación en la que las partes implicadas son las mujeres y también los hombres, las empresas, las instituciones públicas y las organizaciones civiles, y que asume la necesidad social de cuidar).

Lo que el gesto de Bescansa despierta para mí es la crítica profunda un modelo de vida orientado a mantener unas prácticas y unos intereses sociales en los que no se prioriza la vida de las personas sino su productividad.

Que Carolina Bescansa acuda con su bebé el día de apertura del Congreso me parece bien incluso aunque la idea no haya sido suya. No es una cortina de humo para ningún otro problema más “importante” sino precisamente al revés: todo lo demás es una cortina de humo para el problema verdadero que debemos responder en la sociedad:

¿cómo se equilibran las diferentes responsabilidades que asumimos como personas en la búsqueda de un modelo social de vida buena?

Creo que asimilamos de una manera muy acrítica la rigidez supuestamente inevitable de las líneas de frontera [que nos dicen que existen] entre los diferentes espacios en los que se desarrolla nuestra vida.

En este sentido, somos sumamente decorosas, sumamente conformistas, sumamente inimaginativas.

Y así entonces los significados de lo que hagamos siempre van a ser los mismos… ¿cómo sería posible, entonces, el cambio?

Las otras

NOTA: este post es una contestación a Vanesa, autora del blog Una madre como tú que, en respuesta a mi primer post de esta discusión (¿Es feminista defender el derecho a cuidar de los padres?), que se publicó en el muro de FB de Podemos Feminismos, escribió este otro: Curar la depresión postparto trabajando.

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Hola Vanesa, he leído tu post y me parece muy útil que escribas sobre este tema. Pero permíteme que puntualice algunas de las cosas que dices, porque son falsas -algunas- y otras simplemente han tergiversado el enfoque inicial.

En primer lugar, para no crear desinformación (que es muy mala, ya sabes), yo no escribo en nombre de Podemos. Ya sé que la polémica ha sido muy grande y que ha habido tantos comentarios en mi página de FB y en mi blog que es una locura leerlos todos. Pero creo que es importante documentarse bien antes de emitir alguna aseveración sobre otra persona, sobre todo en un medio público como un blog. Vamos, lo mismo que me ha pasado a mí con el tema del postparto, sin duda. Precisamente sobre este tema podrás ver que he pedido disculpas (sinceras) a todas las mujeres a las que haya podido ofender con mi ligereza y desatino pero lo vuelvo a manifestar aquí: lo siento, mujeres, madres, no quise en absoluto herir vuestros sentimientos ni poner en cuestión la verdad de vuestra vivencia. No volveré a hablar del postparto sin haberme documentado previamente. Como dije en post Leonas, pretendí utilizar mis experiencias como madre pero está visto que no es apropiado.

En segundo lugar, haces girar todo tu post sobre una idea que extraes de mis argumentaciones pero que en realidad no he planteado en ningún momento. Comentas que yo he dicho que “la depresión postparto se cura trabajando”. Bueno, es que no es cierto.

Yo no he pensado ni he manifestado nunca semejante idea. En el primer post digo que una de las razones para defender la equiparación de derechos y fijar una parte intransferible entre madres y padres es que pueden servir como “antídoto a la depresión postparto” (de acuerdo en que me equivoqué en elegir este último término). Esta razón la toco muy de pasada porque no quería versar el post sobre ella. Pero ahora voy a darle alguna otra pincelada: a mi modo de ver, parte de los malestares de la situación que viven las mujeres tras el parto pueden deberse a la soledad puerperal y a la caída de lo que llamé en mi post «mito de la maternidad», esa idea que nos han trasladado siempre desde los medios y desde el mainstream patriarcal de que la maternidad es el camino de realización exclusivo de las mujeres.

Esta es una idea que no comparto. He escrito en otras ocasiones sobre ello.

 Así que no, Vanesa, no enuncié las palabras que tú pones en mi boca en tu post. Me alegra que te hayan servido para describir tu postura, en serio, es una técnica útil que ayuda a clarificar ideas pero te ruego que en aras del respeto a la prójima seas más cuidadosa a la hora de poner palabras en bocas ajenas. A lo largo de tu post y en tu blog sí me ha parecido sentir a una escritora cuidadosa, así que sabrás lo que te quiero transmitir. Gracias.

Respecto a la duración del permiso de maternidad… ¡claro que estoy totalmente de acuerdo en que 6 + 10 semanas es una auténtica miseria! También he creído ser clara al respecto en los comentarios a los post. Creo que es una miseria no sólo para las madres sino también para las bebés, por si cabe alguna duda.

A raíz de todo este movimiento que hemos creado sobre los permisos he tratado de aterrizar en mi cabeza mi propia propuesta sobre una regulación que fuera respetuosa con las bebés, que permitiera también una elección no discriminatoria hacia las madres y que abogara al tiempo por la corresponsabilidad familiar. Quisiera en algún momento escribir una propuesta de inicio sobre ello para que podamos seguir construyendo alternativas plausibles y sanas y crear presión institucional sobre el tema. Porque lo que sí tengo claro, como comentaba una compañera en el FB, es que desde la sociedad civil tenemos que generar propuestas y presión. Creo que parte de nuestras responsabilidades como ciudadanas y como madres que sostenemos la vida es idear las mejores formas para regular los recursos sociales que, en este caso, tendrían que ver con los permisos de maternidad y paternidad.

Porque, Vanesa, somos muchas las que lo queremos todo. Me encanta que hayas escrito un post al respecto. Mira, yo también lo hice. Ojalá seamos cada vez las que nos movilicemos clamando este grito y este derecho.

Finalmente, quería acabar señalando una tendencia que ha sobrevolado toda esta discusión telemática: la constatación de cómo los estereotipos siguen nublando nuestra visión mucho más de lo que yo creía. Siempre fui de optimista por la vida y hechos como éstos me pegan duro pero, en fin. La verdad es que no sólo tú has generado una imagen de mí absolutamente estereotipada y desde la cual has construido tus argumentaciones sino que unas y otras a lo largo de las decedenas de comentarios publicados se han agarrado férreamente a estereotipos sobre las «otras mujeres». Los estereotipos son imágenes instrumentales que nos facilitan no sólo identificar a las personas que tenemos delante sino también definirnos a nosotras mismas. Este primer paso nos ayuda a situarnos en el mundo en un primer momento, claro, pero después hemos de superarlo y dar un paso más: ¿quiénes son, verdaderamente, nuestras interlocutoras?

Las ideas preconcebidas son muy malas y nos llevan por caminos de prejuicios y desencuentros. Una de las cosas que más se trabaja desde los feminismos es precisamente a combatir los estereotipos que recaen sobre las mujeres y sobre los hombres.  En este sentido yo te invito, Vanesa, a conocerme más de cerca si quieres. Te invito a ti (y a tus lectoras) a que sigas interesándote por los feminismos, a que sigas leyendo y tomemos, si quieres, un té o una caña y hablemos de feminismo(s). No sé si te lo habrán dicho alguna vez pero he percibido una pulsión feminista importante en tus escritos.

Realmente necesitamos feminismos hoy, necesitamos muchas voces de muchas mujeres que pongan nuestros problemas comunes en la mesa de la tomas de decisiones, que propongan medidas lo más adecuadas posibles, que hablen alto y con garbo. Necesitamos mujeres como yo, como tú y como todas.

Lo que no necesitamos es construir imágenes falsas ni tirarnos a las leonas las unas a las otras.

 

Pd. Animo a todas las madres y todas las mujeres interesadas a que, una vez calmado el momento de discusión inicial, nos pongamos de acuerdo para ir poniendo sobre la mesa propuestas políticas que mejoren la regulación de los derechos de maternidad y paternidad en España.

 

Leonas

Mi anterior post ha provocado algo de polémica en diversos espacios de la red. Las prisas de las lectoras, una actitud tremendamente reactiva y una claridad insuficiente por mi parte han hecho estallar un debate que tenemos pendiente.

A raiz de este episodio quiero manifestarme sobre diez aspectos distintos:

  1. El post ¿Es feminista defender el derecho a cuidar de los padres? es una opinión propia, mía. Yo no represento a Podemos y no tengo responsabilidad pública institucional. Acudí al Parlamento Europeo como invitada para participar en un debate sobre la Directiva Europea que PLENT quiere promover, precisamente para unificar tendencias en los países europeos siguiendo el modelo sueco.
  2. Mi blog es un espacio que pretende abrir diálogo. Jamás he querido ser ofensiva con nadie, y muchos menos con nuestr@s hijos e hijas. Mis disculpas a quienes consideráis violento el post anterior o cualquier otro.
  3. A lo largo de mi vida me han querido insultar de muchas maneras, mujeres y hombres. Me han llamado de todo y, dependiendo de donde provenía el término, adquiría un sentido u otro, pero siempre con ese regustito patriarcal: Marimandona. Contestona. Pija. Guarra. Manipuladora. Puta. Loca. Calientapollas. Feminazi. Buenista. Monógama. Convencional. «Neomachista, patriarcal y capitalista» es nuevo para mí, pero me lo apunto.
  4. A veces hablo sin cuiadado, lo sé. No siempre hablo con absoluto conocimiento, lo reconozco. No me cabe duda de que mi comentario acerca de la depresión postparto no está fundamentado teóricamente ni poseo argumentación científica para abordar el tema. He cometido el error de hablar exclusivamente desde mi experiencia. Acojo con gratitud vuestras recomendaciones de lectura.
  5. Se me ha acusado de hablar sin legitimidad. ¿Es ser madre lo que me da la legitimidad? Bien, soy madre de un niño y una niña. ¿Es apostar por un parto natural lo que me da legimitmidad para hablar de los cuidados a las bebés? Bien, soy totalmente defensora de un parto sin violencia y he escrito algo al respecto en este mismo blog. ¿Es practicar la crianza con apego lo que me convierte en una madre preocupada por las necesidades de sus hijxs? Bien, yo considero que he practicado la crianza con apego. Ahora, ¿realmente sólo se puede tener una opinión sobre ciertas cosas si posees ciertas experiencias vitales? ¿Qué me decís?
  6. Se me habla con irreverencia por no tener en cuenta los derechos de lxs niñxs en mi post. Bueno, es que mi post no trata de los derechos de lxs niñxs. Confieso que he pecado de adultocéntrica.
  7. Se me coloca en posiciones aferradas al sistema por defender la ampliación de los derechos laborales y sociales. Vaya, yo creía que defender la ampliación de derechos era una vía para garantizar nuestra dignididad, nuestro buen vivir y nuestras posibilidades de vida en la sociedad que nos ha tocado. Dudo que sea mejor guardar silencio.
  8. Se presupone en algunos comentarios que no estoy por defender la ampliación del derecho de maternidad. No, mirad, lo corroboro: claro que considero insuficiente la duración del permiso de maternidad en España, ¿dónde dije que no? Claro que considero que es necesario más tiempo para criar ¿dónde lo negué? El modelo nórdico es un ejemplo fabuloso: contempla meses intransferibles para mujeres y hombres y otra parte a dividir libremente en las parejas siendo, por cierto, bonificada la repartición equitativa entre madres y padres. Pero mi punto tampoco era hacer otro post más del modelo nórdico. Mi punto era reflexionar por nuestras prioridades en la coyuntura actual de la sociedad española, sabiendo que no todas las mujeres ni familias queremos lo mismo. En este sentido, lo que a mi entender se presenta es un debate que comienza con dos posiciones claras: A) la que prefiere apostar por la ampliación del permiso de maternidad y B) la que prefiere apostar por la ampliación del permiso de paternidad. Sin reducción de lo que actualmente existe. Mejorando lo que actualmente existe. 100% remuneradas. ¿Y por qué con una parte intransferible? Porque, a mi modo de ver, es la única forma de sembrar los cimientos de la corresponsabilidad. Y esa es mi prioridad. Y como en esa prioridad lo que en definitiva estoy priorizando son los derechos del padre a cuidar (y las obligaciones, también, pero no quería plantearlo con ese prisma) me/nos preguntaba si el feminismo se puede sostener en la defensa de derechos masculinos… porque mi identidad feminista se ha desarrollado en defender los de las mujeres, y por eso me resultaba paradójico. Pero andáis con prisa y con ganas de guerra, y no habéis hecho mucho esfuerzo por querer acercaros a mi reflexión. Ahora, esperando haberlo aclarado:  ¿cuáles son vuestras propuestas?
  9. Lo repito: me quedo con la segunda, yo. No quiero imponer una forma de ver las cosas a nadie: me han dicho que he sonado paternalista en el anterior post. Sí, puede ser cierto que tenga un tono muy autosuficiente y algo protector… pero, bueno, estoy en ello. Tampoco es para ponerse así. Claro que creo y quiero la capacidad de elección de las mujeres; también para mí el feminismo gira sobre esa idea y también he escrito algunas cosas al respecto.
  10. Finalmente, a raíz del post mencionado se rompe el melón sobre la realización femenina que, muchas de las comentaristas, reducen a un debate entre dos opciones que presuponen antagónicas: ¿cuidado o empleo? (¿Y por qué no todo, me pregunto yo?) En fin, me tendré que leer mi post de nuevo porque creo no haber tratado el tema ni de refilón. Pero me parece una gran idea para otro momento.

 

Seguramente me dejo aspectos sin cerrar desde la inmensidad de temas tocados en los comentarios recibidos, tanto en mi página de FB, como en la Podemos Feminismos. He tenido que seleccionar, sencillamente.

Insisto: este blog es mi espacio de expresión y desde aquí quiero dialogar, siempre desde la amabilidad, aunque ni si quiera esto parezca entenderse de forma llana por muchas de las voces que han reaccionado. Me encantaría que sirviera también como foro de difusión de otras opiniones: si alguna quiere volcar su opinión y sus propuestas en otro post y abrir diálogo conmigo, estaré muy contenta de publicarlo, ¿quién se anima?

Y cierro: el origen de este post fue precisamente el darme cuenta que sobre el tema de la equiparación de permisos teníamos muchas cosas sin hablar. La respuesta que ha recibido el post anterior es una clara muestra, y me alegro. No he querido ser falsa al apelar al diálogo y a la unidad, creo que verdad en ella. Yo tengo mi opinión y otras tenéis otras opiniones. Nuestra responsabilidad como personas que compartimos tiempos, espacios y recursos y decidimos el rumbo de nuestra sociedad es encontrar el entendimiento. A las malas, no lo encontramos. Yo también tengo muy mala hostia, de verdad, pero sé que no es precisamente lo que me acerca a las demás.

 

¿Es feminista defender el derecho a cuidar de los padres?

El pasado 17 de noviembre estuve en un acto en el Parlamento Europeo sobre los permisos de maternidad y paternidad iguales, intransferibles y 100% remunerados. El acto estaba organizado por Podemos (integrado en el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria europea) y la Plataforma Internacional por los permisos de paternidad iguales, intransferibles y 100% remunerados (PLENT) de la que es parte la PPiiNA española.

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De izquierda a derecha: Priya Álvarez (PLENT); Clara Serra (Responsable del Área de Igualdad de Podemos); Tania González (Parlamentaria europea por Podemos); María Pazos (PPiiNA/PLENT); Adrienne Burguess (Fatherhood Institut) y Mariano Nieto (PPiiNA/PLENT). Parlamento Europeo, Bruselas. 17 de noviembre de 2015.

Me di cuenta de que en una propuesta que yo siempre he visto tan clara existen varias líneas de interrogantes que no parecen estar suficientemente habladas y consensuadas. Aquí me gustaría reflexionar sobre una que me parece de fundamental importancia para cohesionar una postura feminista en torno este tema: ¿cómo justificar ante las feministas de una tendencia más biologicista que la equiparación de permisos entre padres y madres debe ser priorizada antes que la ampliación del permiso de maternidad? Sobre esta cuestión intercambiamos interesantes ideas durante el evento, y aquí me gustaría asentar algunas de ellas.

Muchas de las compañeras que quieren ejercer una maternidad con apego sitúan como una reivindicación política de primer orden la ampliación del permiso de maternidad de 16 semanas que actualmente tenemos en España. Estas madres que quieren pasar más tiempo con sus hijas e hijos y priorizan temporalmente ese tiempo de cuidados frente a otros aspectos, como pueden ser la incorporación laboral o el desarrollo de otros proyectos propios. Generalmente, su argumentario se fundamenta en un vínculo materno-filial que es único y determinante para el desarrollo y bienestar de la hija y de la madre.

IMG_20151117_112357Por ello, la prioridad de estas mujeres, muchas de ellas feministas, no es atajar la reproducción de los roles de género que definen (y someten) a las madres como cuidadoras principales sino ampliar su tiempo de crianza a tiempo completo. En esta exclusividad del vínculo, en una pareja heterosexual se quedaría fuera el padre, que pasaría a un segundo plano en los cuidados. 

Le he(mos) dado muchas vueltas a las posibles argumentaciones que existen para convencer a estas mujeres y compañeras (generalmente heterosexuales) de por qué debemos priorizar ante todo la equiparación de derechos parentales y hacerlos intransferibles entre mujeres y hombres. Casi nunca nos sirven. Básicamente, estas razones serían:

  • Porque es la única manera de que las mujeres no seamos discriminadas en el mercado laboral por la cuestión maternal (tanto en la (re)incorporación como en el ascenso),
  • Porque es el único modo de poder compatibilizar los diversos proyectos vitales que tenemos,
  • Porque es una antídoto contra la llamada depresión postparto, que no es más que una expresión somática que suma el puro agotamiento con la caída del mito de la maternidad,
  • Porque es una forma de re-educar a nuestrxs hijxs y reeducarnos en la corresponsabilidad de cuidados entre mujeres y hombres,
  • Porque es una vía para asegurar nuestra autonomía económica presente y futura,

… a mí todas estas razones me bastan y me sobran pero sé que no son suficientes para estas otras mujeres o madres feministas. La única razón para la que no he encontrado una posible contrapropuesta o pega, la única que creo que podría cerrar esta discusión, creo que es la siguiente: porque ellos (los padres) también tienen derecho a cuidar a sus hijxs a tiempo completo.

he can do it

Y es entonces cuando me encuentro con una posibilidad que  me lleva inevitablemente a plantear la siguiente pregunta: ¿es tarea del feminismo defender el derecho a cuidar de los padres?

Me resulta como mínimo paradójico que sea en la defensa de un derecho masculino en donde resida la clave feminista para cohesionar una reivindicación colectiva en torno a este tema. Pero me temo que así es.

Cuidar a nuestrxs hijxs no es un ejercicio sobre el que las mujeres o las madres debamos tener potestad absoluta. Cuidar a nuestrxs hijxs es algo que aprendemos, y los padres -la experiencia me avala- pueden cuidar tan bien como las madres. Y tienen el mismo derecho que nosotras a disfrutarlo, intentarlo, pelearlo y llorarlo (y preocúpense de hacerlo también!).

Y así es, pues, como me encuentro: defendiendo la equiparación de permisos parentales remunerados y su no cesión desde la única isla que tiene la fuerza suficiente para convencer a las incrédulas. Porque en ésta, como otras cuestiones, necesitamos estar unidas y unidos para lograrlo.

NOTA: dadas las imprevisibles oportunidades de la vida, este post está inevitablemente unido al de Leonas. Como siempre, vuestras opiniones son bienvenidas pero sugiero encarecidamente que, si os interesa verdaderamente el tema, os deis una vuelta por mi página de FB para haceros una idea global del revuelo organizado y de las diferentes posturas y actitudes frente al diálogo. También tenéis que tener paciencia y tener a mano, o bien una tila o bien un gintonic. 

Parir

No me canso de repetir que hay puntos comunes en la diversidad de miradas feministas pero que hay también puntos muy distanciados, incluso antagónicos.

Muchas de estas posturas antagónicas giran en torno al cuerpo y están sobrevoladas por la idea de lo natural. Muchas feministas rechazan visceralmente todo lo que suene a esencialismo (como enfoque contrario a la construcción cultural). Y muchas feministas se agarran a lo específico de las mujeres como palanca para desmontar la dominación patriarcal.

Muchas otras feministas tratamos de situarnos en el medio o, mejor, entre todo.

Aquí quiero escribir sobre el acto de parir como una oportunidad para subvertir el modelo de dominación sobre las mujeres, y me gustaría remitiros a este video de la artista Ana Álvarez-Errecalde como un recurso visual para sostener mi postura.

Parir no es ser madre

La maternidad es un proceso en construcción. A mi modo de ver, no hay un conocimiento consciente ni una sabiduría previa que portemos las personas antes de experimentar lo que es tener una hija. Acaso, hay intuición. O la pulsión por conservar la vida.

El acto de parir no es una condición para la maternidad, es sólo una posible vía: hay madres que no han parido y hay parturientas que no llegan a ser madres.

Esta premisa es fundamental para poder desarticular la relación obligada entre un proceso fisiológico específico de los cuerpos sexuados femeninos (el parto) y la noción de maternidad.

¿Por qué es importante realizar esta desarticulación?

Porque es la única vía para defender la maternidad como un elección de las mujeres. La maternidad no puede ser entendida como un destino obligado, delimitado o imprescindible para la realización femenina si queremos defender nuestros derechos y nuestra autonomía. De esta defensa se ocupa el feminismo.

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Ana Álvarez Errecalde. Foto extraída de su web.

Parir puede ser un acto subversivo

De forma progresiva, se ha producido un paulatino incremento de la medicalización y de los conocimientos reglados expertos en torno a los procesos fisiológicos de las mujeres; históricamente, se ha dado la apropiación masculina de las prácticas, saberes y acontecimientos fisiológicos femeninos, como el embarazo, el parto y el puerperio. Las mujeres hemos sido expropiadas de procesos propios y conocimientos autogestionados como una consecuencia más de la inabarcable expansión del sistema de dominación patriarcal. Ea.

Para muchas mujeres, parir con autocontrol, conciencia y presencia es una forma de reapropiarse de la vivencia. Es una oportunidad para ejercer y demostrar-se el propio poder. Es, además, una manera de volver a la carne, a la sangre, a la materia que somos, y que las ideas estereotipadas de la maternidad han teñido de pulcritud y blanco. Reivindicar la materia es también defender las historias de las mujeres por oposición al imperio de lo racional, lugar en el que se alimenta el plus-valor de lo masculino.

Reivindicar un parto propio no trata de sospechar de las mujeres que paren siguiendo la senda marcada actualmente. (¿Quién, además, no sigue la senda marcada en algún momento, o hacia algún lugar?). El feminismo no quiere alimentar las sospechas sobre las mujeres, sino defender nuestra capacidad de elección.

Las incógnitas

¿Por qué precisamente son los aspectos más vinculados al cuerpo los que tienden a enfrentar a las feministas?

¿Por qué las mujeres sospechamos cuando las otras no cumplen con lo que creemos que debería ser la forma más acertada de comportarnos «como una mujer»?

¿Por qué tendemos a simplificar las cuestiones complejas cuando son la capacidad de reflexionar y la autocrítica lo que primero se comen los sistemas de dominación?

¿Por qué no nos apoyamos, coño, en las decisiones que tomamos?

 

Ángela. Octubre 2015.

Ángela. Octubre 2015.

Reivindicar

Reivindicar es la forma originaria de hacer valer nuestros derechos. El derecho a decidir es la base para garantizar la autonomía de las personas y nuestro desarrollo personal.

Reivindicar un parto propio, un parto sin violencia, un parto auto guiado es un acto político. Un acto político que yo entiendo como genuinamente feminista, porque el feminismo es, entre otras cosas, la pulsión por empoderarse de quienes han sido excluidas por no tener identidad masculina.

Quiero recordar aquí los nombres de tres mujeres cercanas que han hecho mucho por defender su decisión y libertad en el parto: a Ángela, mi hermana, por su tenacidad y bravura; a Pilar, compañera de militancia, por su compromiso con todas las mujeres; y a Ana Álvarez Errecalde, por su generosidad.